Son décadas creyendo en el innegable derecho de Bruce Wayne a tomarse la justicia por su mano. Muchos años confiando en la conducta intachable de un hombre que sólo puede actuar enfundado en unas mallas apretadas y una máscara con orejas puntiagudas; a veces, con la compañía de su imberbe pupilo vestido con braga náutica y capa. El caballero oscuro de Gotham City podría parecer algo siniestro o intimidante, pero nadie lo habría acusado jamás de loco. Nadie excepto el Joker transmisión en vivo.
Arkham Asylum, un lugar sensato en una tierra sensata comienza con un motín: los conocidos desequilibrados con los que Batman nutrió al manicomio de Gotham durante tanto tiempo, liderados por su sonriente archienemigo, exigen que el murciélago se adentre en la institución a cambio de la vida de los rehenes retenidos. Desde el mismo momento en que Batman entre en contacto con el psicótico mundo que contribuyó a crear, un Joker (cuerdo no, pero sí sabio) con el que pronto empatizamos no cejará en su empeño por demostrar al enmascarado qué pequeña es la diferencia entre los locos y el héroe que los encierra. La historia de Grant Morrison (Marvel Boy), con su encarnación en el genial estilo de Dave McKean (Orquídea Negra), nos ofrece la cara del papel del justiciero que el lector no suele ver, lo que hay después de que el criminal es encerrado: un Dos Caras en pleno proceso de rehabilitación, un Sombrerero Loco cuya pedofilia se distingue en todos sus diálogos o una psiquiatra que ha decidido quedarse en el manicomio por su propia cuenta y que advierte a Batman de que, posiblemente, el Joker no esté loco, sino que se deja llevar por lo absurdo de la propia realidad.
La vida del creador del manicomio, Amadeus Arkham, ofrece el marco del viaje a un infame País de las Maravillas en el que Batman tendrá que revisitar cada uno de los lunáticos que con tanta facilidad enjauló en el pasado. El héroe, más una sombra que un hombre real, atravesará su pesadilla más íntima y profunda: la posibilidad de que el Joker esté en lo cierto al poner en duda la cordura de una identidad marcada por una patente asexualidad, el trauma infantil de la pérdida de sus padres y la necesidad de esconderse tras una máscara para sentirse poderoso. Resulta irónico que su más acérrimo enemigo sea, en realidad, el hombre que le obligue superar la tragedia que condicionó el resto de su vida como justiciero enmascarado. Sin embargo, no hay demasiada ironía en admitir que, al fin y al cabo, hay tanto de ortodoxo en un criminal vestido de payaso como en adoptar el aspecto de un murciélago en una cruzada personal exenta de altruismo. Mucho más madura que tantas otras historias anteriores sobre el Caballero Oscuro, Arkham Asylum satisface, con una maestría insuperable, nuestro pequeño crítico interior al poner en entredicho la validez de iconos musculados y simplistas, creados en unos tiempos en los que héroes omnipotentes y carentes de complejidad moral eran necesarios para mantener la esperanza de los niños en sus propios padres código promocional.
A los que nunca hemos dejado de disfrutar de grupos como Deep Purple, Guns N`Roses, Led Zeppelin, AC/DC o Velvet Revolver nos viene bien de vez en cuando un poco de “sangre fresca” con la que rejuvenecer nuestros oídos. La respuesta la encontramos en los suizos Gotthard, una banda que si bien en sus inicios era más bien poco conocida hoy por hoy están triunfando por todo Europa y representan una verdadera esperanza para todo amante del buen rock. Me sentí afortunado al enterarme de que la banda liderada por Steve Lee iba a tocar en Bilbao, pues lamentablemente la oferta de buenas salas aquí deja bastante que desear para grupos de cierto nivel que requieren un aforo importante.
La noche empezó con muy buen pie gracias a los bilbaínos Midnight Road y su rock clásico que sorprendió a muchos. Una banda joven y prometedora a la que deseo mucha suerte desde aquí. Seguro que oiremos hablar más de ellos.
Tras ellos, los minutos parecían alargarse irremediablemente mientras los técnicos hacían su trabajo hasta que al fin Leo Leoni apareció en el escenario y nos dedicó a todos una sonrisa que no se le borraría en toda la noche. Tras él fueron saliendo el resto de componentes y por último Steve Lee, quien no perdió el tiempo y comenzó a deleitarnos con su magnífica voz en Master of Illussion. Tenía entendido que era un grupo con un directo bueno y potente, pero aún esperando lo mejor, quedé sorprendido por la calidad del concierto. El sonido, la puesta en escena y sobretodo la entrega de todos los componentes del grupo en el escenario resultó fundamental para hacernos pasar una noche inolvidable.Se volcaron sin excepción en cada una de sus canciones y el público les respondió con la misma moneda streaming.
Vibramos con emoción con temas como One life, One Soul y saltamos como locos con Anytime, Anywehere, aunque fue con Lift ‘U’ Up cuando parecía que el suelo no duraría mucho más sin venirse abajo. Gotthard mezcla el trato cercano y agradecido con sus seguidores con baladas que emocionan a los más sensibles y con temás del hard rock más cañero para ofrecer un espectáculo musical realmente envidiable.
Poco o nada que reprochar a estos grandes músicos que dieron lo mejor de sí en una noche en la que la Santana vibró como nunca. Esperemos que vuelvan pronto por aquí. Ya tienen al público en el bolsillo.
Ciudades victorianas asediadas por fábricas que escupen humo y hollín; monstruosas máquinas de bronce que silban, resoplan, bufan y traquetean con la ayuda del vapor omnipresente; científicos locos e inventores megalómanos armados con enormes gafas protectoras y llaves inglesas cien veces mejoradas; engendros de la naturaleza y expediciones imposibles; poleas, tuberías, tuercas, válvulas, pedales, agujas, palancas, ruedas y engranajes: es el ensordecedor e incansable hormiguero del mundo steampunk.
Inevitablemente relacionado con su hermano mayor el cyberpunk, este género inicialmente literario basa su identidad en la tecnología del siglo XIX, una era -normalmente británica y victoriana- dominada por el vapor y el carbón e iluminada por los primeros pasos de la electricidad. Bien como realidades alternativas en las que los descubrimientos científicos han seguido un camino diferente -el de la mecánica frente a la electrónica-, o bien como relatos del más puro y genuino laissez-faire imperialista, el steampunk se materializa en historias oscuras, distópicas y a veces simplemente nostálgicas de tiempos más poderosos y emprendedores.
Hijo tardío de los Voyages Extraordinaires de Verne y los relatos cientifistas de H.G. Wells, el steampunk nacido en los 80 se ha desarrollado durante los últimos años hasta convertirse en lo que algunos consideran un estilo de vida en el que las gafas protectoras (goggles) no pueden faltar. Películas (algunas de menos calidad que otras) como El Castillo Ambulante, Wild Wild West o Steamboy, libros como La estación de la calle Perdido o la trilogía de La Materia Oscura -en la que los zeppelines son tecnología punta en cuanto a transporte aéreo-, La Liga de los Hombres Extraordinarios (Alan Moore) y El Increíble Cabeza de Tornillo (Mignola) en el mundo del cómic e incluso grupos de música como Abney Park o Vernian Process han dado vida a todo un universo que se expande a medida que bebe de otras fuentes -la vasta herencia de Lovecraft como una de las más reconocibles-.
No sería extraño descubrir tendencias steampunk en la moda y el diseño del futuro cercano, proceso que ya está asomando la cabeza. Vivimos en unos tiempos que comienzan a revivir los 90, y la absorción de ideas de cualquier sitio -sobre todo si se trata de culturas “alternativas”- es nuestro pan de cada día. Veremos quién será el primero en comprarse una lámpara de queroseno.
Así describiría la película “El Orfanato”, del director Juan Antonio Bayona, un filme de terror claramente comercial que si bien consigue mantenernos atentos durante todo el metraje, no abre ninguna puerta nueva al género.
La historia narra cómo Laura (Belén Rueda) vuelve con su marido Carlos (Fernando Cayo) y su hijo Simon a la casa donde se crió de pequeña con la intención de establecer una residencia para niños discapacitados. La casa cuenta con todos los elementos clave para representar el centro de terror principal: grandes dimensiones, varios pisos, antigüedad y situada bien lejos de la civilización. Una vez asentados en su nuevo hogar, empezamos a conocer los juegos de Simon, cuya principal actividad es relacionarse con sus amigos imaginarios, hecho al que Laura y su marido quieren quitar importancia por tratarse de cosas de críos. No obstante, los juegos de su hijo cada vez se van haciendo más intensos y “reales”, hasta que Laura comienza a preocuparse y empieza a introducirse en la fantasía de Simon.
La cinta está francamente bien rodada, con una fotografía y unos escenarios muy preparados que ayudan a entrar en la atmósfera que el director quiere crear alrededor de su historia. Tal vez se perciban altibajos a lo largo de su proyección,
dado que hay diferencias importantes de intensidad en muchas escenas de la película, pero en general el interés se mantiene a flote. En cuanto a los intérpretes, creo que Belén Rueda hace un papel sensacional y sin duda lleva todo el peso del filme a sus espaldas a través de una convicción en su personaje que bien merecerá el Goya a mejor actriz. No puedo decir lo mismo del resto de actores que no transmiten nada más allá de su propia aparición en escena. Fernando Cayo se queda bastante corto y en ningún momento resulta muy expresivo, pese a que oportunidades no le faltan. Seguramente esto tenga bastante que ver con el hecho de que el guión tiene algún que otro agujero insalvable, como por ejemplo la ausencia casi absoluta de profundidad en cómo afecta a la relación de Carlos y Laura la desaparición de su hijo.
En cuanto a los minutos de Geraldine Chaplin se puede decir que resultan a la vez graciosos y extraños. Las escenas de la médium se tornan interesantes al principio pero dejan bastante que desear en cuanto a la resolución de diálogos que se mantiene en las mismas. Aun así, la elegancia que otorga la presencia de esta actriz al filme es en mi opinión, indiscutible.
Por último, cabe destacar que el trabajo de este director está claramente influenciado por ciertas películas, lo cual no es negativo en absoluto, pero sinceramente espero poder ver dentro de unos años un estilo más personal. El Orfanato se alimenta no sin cierto descaro de captura de ideas y guiños a filmes como “Los Otros”, “Viernes 13″, “Polttergeist”, “The Haunting” o “E.T”. pero siempre de forma magistral.
En conclusión, es un filme que ofrece entretenimiento de calidad a cambio de no mostrarnos nada especialmente original, pero que sin duda representa un fabuloso comienzo para la carrera de este joven director.
La victoria de Kimi Raikkonen hoy en Interlagos debe servir para mucho. Lejos de forofismos, predilecciones, favoritismos compatriotas y otras actitudes que tanto abundan en este deporte, si hay algo claro y objetivo tras este circo de temporada es que Ferrari y Kimi Raikkonen se han llevado los dos títulos mundiales frente a un McLaren que ha tenido el mejor coche de la parrilla y a dos de los tres mejores pilotos actuales.
Uno de ellos, reciente campeón de dos mundiales consecutivos, fue contratado a base de talonario para ganar el siguiente, y contra todo pronóstico, a mitad de temporada los mismos que firmaron los billetes se arrepintieron de su elección. Había un gran motivo detrás: las cosas estaban saliendo infinítamente mejor de lo esperado con el rookie del equipo, Lewis Hamilton, un piloto fuera de serie que venía de ganarlo todo en categorías inferiores y que parecía no perder el ritmo en la categoría reina. Era demasiado tentador. Si ese gran piloto inglés, durante tantos años apadrinado deportivamente por McLaren, lograba el título mundial el año de su debut, la gloria para el equipo y para su máximo responsable deportivo, Ron Dennis, sería incalculable.
La apuesta se hizo. Y precipitadamente. Hoy la fortuna y los errores han dictado sentencia. Lejos de ganarlo Ferrari, que bien lo merece, McLaren ha perdido un mundial que tuvo en sus manos durante mucho tiempo. Lo tuvo y no lo retuvo por no saber gestionar sus recursos, por no saber poner cada cosa en su sitio y dar a cada cual su merecido. La crisis interna vivida durante este año ha desembocado en las peores previsiones, y ha llegado el momento de ser consecuentes. Si un empleado falla, su jefe debe actuar sobre él. Y si un jefe falla, debe dimitir. Hoy Ron Dennis debe dimitir.
Últimamente ver el comienzo y final de una serie se está convirtiendo en todo un reto para el público. La estrategia consistente en estirar al máximo cualquier tipo de trama, por absurda que sea, está consiguiendo que una gran parte de las series se alarguen de forma innecesaria y terminen por sumergir al espectador en una marea de acontecimientos inconexos que desemboca en una pérdida absoluta del hilo argumental de lo que está viendo.
Tal vez una de las razones por las que recibí a “La habitación perdida” con los brazos abiertos fue precisamente saber que la serie, mini-serie en este caso, estaba terminada. Dirigida por Craig R. Baxley y Michael W. Watkins y protagonizada por el actor Peter Krause (Six feet under) consta de 6 capítulos de 40 minutos de duración cada uno.
El argumento se centra en el súbito cambio que sufre la vida del detective Joe Miller al encontrar por casualidad una llave que tiene la capacidad de abrir cualquier puerta que tenga cerrojo y trasladar a su poseedor a una misteriosa habitación de motel. Dicha habitación contenía además una serie de objetos de uso cotidiano, todos ellos con características especiales, que ahora mismo se encuentran repartidos por el mundo en manos de gente de lo más variopinta. Tal y como cabía esperar, existen organizaciones que saben de la existencia de estos “objetos maravillosos” y cuyo objetivo es obtener poder a través de ellos. Mientras tanto, el protagonista se ve involucrado en esa lucha de forma involuntaria ya que la llave que posee es anhelada por muchos. Como toque dramático y mecanismo definitivo para que el detective quede atrapado en ese juego de persecuciones pierde a su hija pequeña en la habitación del motel, por lo que moverá cielo y tierra hasta encontrarla. Pese a que ésto último suene algo recurrente, la miniserie está dotada de una gran originalidad que el espectador sin duda agradecerá.
La interpretación de Peter Krause es buena, sin espectaculares actuaciones ni demasiados matices pero dándole en todo momento la credibilidad necesaria. Lo que más me convence es que no representa al estereotipo de detective duro a quien nada ni nadie pilla desprevenido, sino a una persona normal que, llegado el momento, es capaz de arriesgarse y sobreponerse a las adversidades. En cuanto al resto de actores podría decirse que cumplen con su cometido. Siendo algo más crítico, los diálogos no están igual de trabajados en todas las escenas, dando lugar a frases planas repetitivas que al final pueden llegar a cansar. Aún así, el ritmo de los episodios es tan alto a nivel de acontecimientos que es fácil quedarse atrapado en su historia y querer ver el siguiente capítulo lo antes posible. La puesta en escena está muy cuidada, demostrando que poco o nada tiene que envidiar a la industria cinematográfica, algo que cada vez es más común en las series actuales. Desde el primer capítulo hasta el último, consigue su objetivo: mantenernos atentos, entretenidos y con ganas de saber más. Y en ese aspecto no se le puede reprochar nada, porque el cometido de esta serie no es otro que ése, quedando fuera de su competencia otro tipo de temática profunda o que invite a la reflexión.
Nos encontramos frente a una mini-serie que tiene un comienzo prometedor, un nudo interesante y entretenido y un desenlace algo insípido. Y es que el final es polémico en todas sus facetas, por mi parte creo que una serie de tan corta duración no puede concluir de esa manera, dejando tantas preguntas sin respuesta, algunas de ellas vitales para entender la propia historia. Pero viendo el panorama actual de series, podemos ir acostumbrándonos, pues parece que dejar al espectador con la eterna incógnita forma parte de la dinámica de los guionistas de hoy en día.
Recomendable 100%.
El Castillo de Barba Azul (B. Bartók) y Elektra (R. Strauss)
Palacio Euskalduna (Bilbao)
22 de Septiembre de 2007
Lo peor de todo lo que se vió el sábado en el Euskalduna es que quien menos lo merecía logró su objetivo: abucheo y titulares. Qué merecido habría tenido el señor Peter Konwitschny un silencio absoluto, de esos que pesan como una losa y convierten en ridículo el saludo final. Pero claro, eso es difícil de lograr. Si uno se calla se arriesga a que prevalezcan los mínimos aplausos que siempre hay, bien por aprobación o por pasotismo. Mi respuesta al insulto escénico ofrecido es que no hablaré de la labor de este hombre, que tiene cosas buenas pero que se empeña en mezclarlas con provocaciones absurdas sin otro objetivo que el protagonismo personal. Sé que la repercusión de esto es absolutamente nula, pero es lo único que puedo hacer.
El inusual programa doble de esta apertura de temporada arrancó con un Castillo de Barba Azul de gran nivel. Ildiko Komlosi (Judith) y Alan Held (Barba Azul) se entregaron a sus roles de forma brillante, consiguiendo junto a Juanjo Mena y la Orquesta Sinfónica de Bilbao momentos de verdadera belleza. No es Barba Azul una ópera que me entusiasme, pero hay que reconocer que cuanto más se escucha más se disfrutan algunos de sus momentos, como la espectacular apertura de la quinta puerta o la música que acompaña la entrada de las tres esposas. La función contó además con una buena producción de Michal Znaniecki, que sumó el mérito de someterse a una economía de medios y espacio muy limitada por la necesidad de compartir noche con un cabeza de cartel. Cambiar a Barba Azul por un enfermo mental y a Judith por una enfermera de psiquiátrico algo desequilibrada es perfectamente válido, y demuestra que en la ópera se puede innovar sin ofender ni destruir.
El elenco vocal de la polémica Elektra mereció el protagonismo absoluto de la noche, pero mucho me temo que su labor quedará injustamente ensombrecida. Dentro del altísimo nivel general, la Elektra de Janice Baird acumuló el mayor número de peros. Sensacional en las partes más exigentes por arriba, con agudos impecables, pero prácticamente inaudible en la zona grave. Se notó especialmente en su primera escena, con un monólogo bastante discreto. A partir de entonces no hizo otra cosa que mejorar, estando realmente maravillosa en el pasaje lírico de su encuentro con Orestes. También se echó en falta una actuación escénica más entregada, particularmente en lo que se refiere a transmitir con el cuerpo, algo en lo que su compañera Angela Denoke (Chrysothemis) es toda una especialista. La Denoke estuvo impecable en todos los sentidos, con su exquisita voz habitual y con una interpretación perfecta que transmitió en todo momento la personalidad miedosa, dulce, infeliz y soñadora de su papel. Ejemplar la Klytämnestra de Reinhild Runkel, demostrada especialista en el rol con unas tablas envidiables y un poderío vocal sorprendente. Fue una vieja con color de vieja, con la maldad necesaria y hasta con toques cómicos sólo concebibles en esta producción. Alan Held doblaba la noche con un Orestes intachable, en el que pudo dar rienda suelta a sus dotes de actor expresivo, algo difícil en el reservado Barba Azul pero que muchos ya recordábamos de aquel genial Leporello de hace dos años. El marido de la Denoke, David Kuebler, firmó un correcto Egisto, y entre los comprimarios destacaron las voces de Mikeldi Atxalandabaso y Francisca Beaumont frente al espanto habitual e incomprensible de Alberto Feria. Juanjo Mena dirigió a la Orquesta Sinfónica de Bilbao con intensidad y mucho volúmen, tal vez demasiado, pero en cualquier caso logró una actuación sorprendente respecto al ensayo general y desde luego que a la altura de las circunstancias. No todos pueden decir lo mismo.
Tristan und Isolde (R. Wagner)
Teatro Campoamor (Oviedo)
15 de Septiembre de 2007
Me sentía incapaz de mover un solo músculo. Mi barbilla se había aferrado fuertemente a la barandilla tapizada que me separaba, lejos, del escenario. Me dolía la mandíbula de apretar los dientes durante tanto tiempo, pero no me importaba lo más mínimo. No podía moverme y tampoco quería hacerlo. Temía que cualquier cambio de postura rompiera la magia que se había creado. A cualquier impertinencia habría respondido con una bofetada, sin sentirme culpable ni un instante. Nadie tenía derecho a sacarme de ahí. La atmósfera era única. Todos los elementos que hacen de la ópera un espectáculo total se habían juntado para conseguirlo.
La escena, oscura, cobijaba a un Tristán colérico que moría enloquecido con la idea de volver a ver por un instante a la única mujer que le mantenía con vida. Una hora de agonía, de dolor, de locura y de nostalgia. Una hora de atletismo vocal indescriptible que me sumía en la experiencia musical más intensa de mi corta vida, por imperfecta que fuera. El liebstood final de Isolda pasó de ser una página bellísima a un colofón de música explosiva imposible de narrar. No había asistido a la mejor función de Tristán e Isolda, pero poco me importaba. En esos momentos no había lugar para la frialdad. Ni para la crítica. Era mi primer Tristán y mi comunión definitiva con Wagner. Quería compartirlo. Me habría gustado parar el mundo por un instante y que todos supieran que acababa de vivir algo único. Y sin embargo no encontraba las palabras. Cualquier expresión quedaba muy por debajo de lo que sentía. Qué cortas se quedan las palabras a veces, y qué grande es la música.
Ésta no es una película convencional. No te puedes sentar tranquilamente a ver The Rocky Horror Picture Show (a partir de ahora RHPS) sin saber que vas a ver una de las mayores películas de culto de la historia del cine. Por mi experiencia personal me atrevería a decir que es una de esas películas de las que o bien no has oído hablar jamás o bien te atreverías a abanderarla como máxima representante de su género. Todo el fenómeno que gira alrededor de RHPS es tan increíble como el propio filme. Y es que ver cómo miles de personas en todo el mundo siguen llenando salas de cine donde se proyecta esta criatura desde hace más de 30 años es, cuando menos, intrigante.
RHPS fue dirigida por Jim Sharman en 1975 (y censurada en una importante cantidad de países) y contó con la actuación entre otros de la gran Susan Sarandon y un genial Tim Curry. Desfilando por el límite del cine de serie B y rindiendo homenaje a los géneros de ciencia ficción y terror desde un particular y satírico punto de vista, la película termina siendo un musical de lo más variado que deja momentos imborrables en la memoria a ritmo de rock y medias de rejilla.
Una joven y puritana pareja tiene que resguardarse por azar de la carretera en el castillo del Doctor Frank, un amable travesti que reina en la “Transexual Transilvania”. Poco a poco se irán dando cuenta de que el estilo de vida del Doctor y del resto de habitantes del castillo choca frontal e irremediablemente con sus cánones de comportamiento que creían tan adecuados. Bailes frenéticos y sexualidades abiertas de todo tipo comienzan a despertar los instintos de la pareja y hacerles replantearse su código moral repetidas veces. Mientras la perversión, la locura y los celos se adueñan de ellos, el Doctor Frank completa su creación definitiva, el hombre perfecto: Rocky.
Perversa, descabellada, original, descarada… pero sobretodo atemporal.
Buenas noticias para los amantes de los MMORPGs (Massive(ly) Multiplayer Online Rol Playing Game): puede que algo muy bueno vaya a nacer en los dominios de Funcom (Anarchy Online, The Longest Journey) y Eidos (Tomb Raider).
Age of Conan: Hyborian Adventures es un prometedor proyecto basado en los libros escritos por Robert E.Howard que pretende ser una de las referencias de la próxima generación de juegos multijugador de mundo persistente.
Lo primero que llama la atención de este juego es que sus creadores han querido “salirse del molde” de este género y plantear una serie de nuevos y atractivos elementos a los que no estamos acostumbrados. De esta manera, el sistema de combate ha sido implementado para actuar como un sistema de tiempo real y cuenta con importantes innovaciones. Por ejemplo, ya no tendremos que seleccionar un objetivo y pulsar un botón o hacer click en un icono para atacarlo. Este sistema, utilizado por la mayoría de juegos del género, tiene un efecto negativo sobre la habilidad de los jugadores y acaba mermando sus reflejos, dejando un mayor protagonismo al equipo y en consecuencia haciendo casi imposible un enfrentamiento nivelado entre un casual-player y un hardcore-player. En AoC el jugador tendrá que valerse de su destreza para llevar a cabo los diferentes combos y ataques mediante movimientos de ratón en tiempo real, lo que supondrá un sistema de combate mucho más dinámico y divertido que el clásico “click-click” o la eternamente idéntica “secuencia de key-bindings” que en otros juegos nos daba la victoria de forma sencilla y carente de emoción. Incluso si nuestro personaje es arquero tendremos que tensar el arco y apuntar manualmente a nuestro objetivo, lo que dependiendo de la situación puede resultar más que complicado. Dicho sea de paso, podremos combatir desde nuestras monturas, algo que traía de serie el mítico UO (Ultima Online) pero que se les pareció olvidar en el desván a la mayoría de sus sucesores. En cuanto a la magia, también nos encontramos con un nuevo e interesante concepto denominado “spellweaving“, mediante el cual podremos fusionar varios hechizos en uno más poderoso que a su vez tendrá más riesgo de dañar a quien lo realice, lo que obliga a los jugadores que utilicen magia a controlarla como un don peligroso y no como un recurso limitado sin significado.
También destaca la mezcla de juego multijugador y modo historia que han propuesto puesto que los jugadores ya no se limitaran a hablar con los NPCs (personajes no jugadores) para pedirles misiones o recompensas, sino que existirá una interacción como la que estamos acostumbrados a ver en juegos para un jugador, donde podemos seleccionar varias opciones para dialogar y veremos pequeños vídeos de escenas acontecidas en las historias que nos relaten. Además de esto, los NPCs contarán con una elaborada IA (Inteligencia Artificial) que les distinguirá de otros juegos donde son poco más que muñecos fijos con un repertorio de 2 frases. Un herrero que se sienta cansado cuando empiece a anochecer puede cerrar su tienda e irse a casa a dormir, lo que ayuda bastante en la sensación de realismo. En mi opinión todo esto le suma muchos puntos ya que es un aspecto en el que sinceramente creo que los MMORPG flojeaban.
En cuanto a los tipos de personajes existentes, habrá 3 civilizaciones bien diferenciadas, aunque en un futuro tienen pensado añadir más: Cimmeria, Aquilonia y Estigia. Cada una proporcionará una serie de clases a elegir entre los 4 arquetipos principales: soldado, sacerdote, mago y pícaro. A nivel 20 elegiremos nuestra verdadera vocación entre 14 clases. Como viene siendo común en estos juegos, habrá todo un sistema de clanes o guilds, los cuales con los recursos suficientes podrán edificar sus propias ciudades y fortalezas.
AoC es un juego que utiliza una tecnología bastante avanzada a nivel gráfico, de hecho Funcom está colaborando activamente con Microsoft para que su juego funcione a la perfección sobre Windows Vista y aproveche todas las capacidades de éste. El nivel de detalle será bastante espectacular gracias a que va a tener soporte para DirectX 10, pero, afortunadamente para muchos, también será compatible con DirectX 9. Los requisitos del juego para jugar no han sido revelados oficialmente, pero viendo alguno de los vídeos nos podemos hacer a la idea de que necesitaremos una buena máquina para tirar fluidamente del Rey Conan&Cía. La fecha de lanzamiento ha sido recientemente retrasada al 25 de Marzo del 2008 y aunque algunos ya nos hemos llevado las manos a la cabeza, probablemente haya sido una decisión más que correcta por parte de la compañía.
Aquí dejo algún enlace a vídeos interesantes:
Tráiler oficial
Vídeo de introducción
Vídeo recopilatorio
¡Nos veremos por Hyboria!
La Sonnambula (V. Bellini)
Festival Internacional de Santander
1 de Agosto de 2007
Sobre el papel no se podía augurar precisamente un éxito. El cartel de jóvenes desconocidos junto al consagrado Roberto Scandiuzzi daba que pensar. No hace falta meterse en cuentas para entender que el dinero no da para todo, y que cuando se hace un desembolso importante por un lado es necesario recortar por el otro. En este caso se recortó por todo lo que no fue él.
Y así salieron las cosas. Una Sonnambula para el olvido, o para el recuerdo de las malas noches, como se quiera. Clamoroso error de reparto (¿imposición?) el de Diletta Rizzo Marin, hija de Scandiuzzi, para protagonizar una ópera que pide a gritos una soprano lírico-ligera y no una soubrette insegura, sin volúmen y a medio hacer. Cantar con gusto no es suficiente mérito para tener el lujo de protagonizar a los veintitrés años, a menos que lo hagas junto a tu padre. El bajo italiano ofreció la mejor voz con mucho, recreando un Conde Rodolfo inteligente y honrado, aunque algo seco y corto de lirismo al abordar su gran aria. Tampoco convenció la inversión de la noche. Muy decepcionante la actuación del joven Shalva Mukeria, del que no se esperaba una gran línea pero sí agudos para dar y tomar. Finalmente nos quedamos sin una cosa y sin la otra. Agudos esquivados en su primer dúo, interpretación plana, frases acortadas y muchos problemas de afinación en sus últimas escenas. Un futuro a la vista muy distinto del que se pudo ver en su Duque de Mantua de Bilbao el pasado octubre. Cerraba el cuarteto una desenvuelta y acertada Sandra Pastrana, que gustó hasta que llegó su momento más comprometido en el último acto, coronado con sobreagudos tirantes y víctimas del falsete. Tampoco levantó el vuelo la labor de los comprimarios, con una Marina Pardo al frente que parece empeñada en seguir los dictados lingüísticos de la Sutherland.
La noche tampoco estuvo a la altura en lo que a dirección se refiere. La propuesta escénica de Hugo de Ana no hizo sino repetir la eterna fórmula de la colina verde y el camisón blanco, esta vez acompañados por un vestuario general muy duro a la vista y un trabajo de iluminación de lo más rutinario. Dirección escénica en la misma línea: conservadora y sin originalidad, limitando la labor del coro a mantenerse al fondo y dejar que todo ocurra. Tampoco fue la mejor noche del Coro Intermezzo, aunque ni ellos ni la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias podrían estar muy motivados a las órdenes de un maestro como Ottavio Marino, empeñado en frenar el dinamismo de esta ópera con tiempos lentos e injustificados. Un broche de oro para una noche en la que todo salió mal y nada fue por casualidad.
¿Imaginas a Blanca Nieves vestida de ejecutiva dirigiendo un autogobierno? ¿A Ricitos de Oro crecidita y a la cabeza de una revolución? ¿Y al Lobo Feroz haciendo de detective a lo Humphrey Bogart? Bienvenido a Fábulas.
Los personajes de cuentos infantiles y del folklore popular han sido desterrados de su mundo mágico por un temible enemigo, del que sólo conocemos su sobrenombre: El Adversario. Pero las “fábulas” no se han dado por vencidas y han establecido una comunidad secreta entre nosotros, Fabletown, cuya sede está en el mismo centro de Manhattan, donde residen todas aquellas que pueden guardar una apariencia humana y pasar desapercibidos entre los que ellas llaman “mundanos” o “mundies”. Por otra parte, aquellas fábulas que no tienen aspecto humano ni pueden conseguirlo permanecen en las afueras de Nueva York en un sitio denominado “La Granja”.
Impuestos, alcalde, policía… las fábulas han establecido un auto-gobierno para organizarse hasta que llegue el ansiado momento de hacer frente al enemigo y recuperar todas sus tierras y posesiones. Incluso se hizo una amnistía para aquellas fábulas que hubieran cometido fechorías en el pasado pero están dispuestas a colaborar en el presente (véase el ejemplo de Lobo Feroz) Si bien es cierto que los personajes mencionados hasta el momento son de sobra conocidos por todos, hay otros que merecen más presentación, pues el autor Bill Willingham utiliza a varios protagonistas de cuentos británicos como el Rey Cole, alcalde electo de Fabletown, Rosa Roja, hermana gemela de Blanca Nieves, o Barba Azul, un noble y experto espadachín que tiene por costumbre asesinar a sus esposas en la noche de bodas. A lo largo de la serie conoceremos los entresijos, historias y formas de ser de todos estos personajes que en rara ocasión coinciden con la idea preconcebida que tenemos sobre ellos (el Príncipe Azul, un crápula mujeriego y parasitario, es una buena muestra de ello).
Uno de los puntos fuertes de esta colección es su diversidad de géneros. No se limita a uno, sino que va alternando en cada historia adaptándose a la situación: podemos encontrar desde el género policiaco y criminal hasta la historia de fantasía, pasando por un thriller político o un drama amoroso. La originalidad del argumento y lo bien tratados que están los arcos argumentales han elevado a la colección a la cima y la han convertido en uno de los estandartes actuales de la línea Vértigo (DC), y ya ha tenido algunas comparaciones con obras de la talla de Sandman o Promethea. Por si cabía alguna duda, fue nominado a varios premios Eisner, de los cuales ganó los correspondientes a Mejor Historia, Mejor Serie Nueva y Mejor Serie Regular.
Poco más que decir queda, aparte de animarte a olvidar por un momento las inocentes historias que te contaron de niño y a adentrarte en la cruda realidad de Fábulas.
Si nos paramos a pensar, todos podemos hacer una lista de las películas que nunca nos cansaríamos de ver una y otra vez, aun conociendo el final, todas las escenas y la mayoría de los chistes. La primera vez que vi El Quinto Elemento, no pude fijarme en todas las pequeñas cosas que formaban parte del aparentemente infinito escenario de este futuro ficticio. Cigarros con el doble de filtro, camas que se hacen solas, coches voladores y hermosas camareras vestidas como en las visiones futuristas de los años 70 son el principio de una historia de acción, más que de ciencia ficción: pues las naves espaciales son pocas, pero tiros y explosiones hay de sobra.
Lo más sorprendente del filme, aparte del pelo naranja -y las supuestas cintas térmicas- de Leeloo (Milla Jovovich), el profetizado quinto elemento, es su tendencia a la autoparodia, lo que muchos tomarán erróneamente por humor facilón. Porque lo cierto es que El Quinto Elemento no sobrevivirá al paso del tiempo como un clásico de la ciencia ficción, ni lo busca: las retransmisiones radiofónicas de Ruby Rhod, la hortera opulencia del paraíso Fhloston, la neblinosa base de los rascacielos de Nueva York, los mercenarios feos y estúpidos y el malo malísimo (que responde al nombre de Jean-Baptiste Emanuel Zorg), rastrero y consciente de su condición, entre un larguísimo etcétera, jamás intentan aparentar dignidad cinematográfica… ni mucho menos.
Luc Besson dirige un circo totalmente desorganizado, engendrado en la grandeza de los diseños del genial Moebius y muchas veces sacado directamente de escenas de su obra El Incal. Nos ofrece el inevitable choque entre el bien y el mal, defendidos uno y otro por tanta gente a la vez que el héroe (Bruce Willis) y el villano (Gary Oldman) ni siquiera llegan a encontrarse cara a cara. Distopía cómica sin ánimo moralista y cargada con un valor visual incuestionable, El Quinto Elemento no nos cuenta nada nuevo pero, si no de otra forma, sí con una relajante indiferencia que deja a cada uno ver lo que quiera en ella.
Suecia medieval. Antonius Block, un caballero, regresa a su pueblo natal tras diez años de cruzadas en Tierra Santa. Y nada más llegar a la costa, se encuentra con la Muerte. El séptimo sello (Det sjunde inseglet) de Ingmar Bergman, si no es demasiado fiel históricamente hablando, es una genial película nada recomendable si lo que queremos es desconectar el cerebro delante de una pantalla.
Bergman sitúa, mediante múltiples símbolos, las preocupaciones existenciales de mediados del siglo XX (1957, para ser exactos) en medio de la epidemia de la peste negra que asoló Europa durante el siglo XIV, una época en la que el encuentro con la muerte era diario y existían formas más o menos dignas de sobrellevar la inevitable verdad. Antonius recibe la visita de la Muerte (que da una grima razonable), quien accede a jugarse la permanencia del cruzado en la tierra en una partida de ajedrez. Durante esta prórroga, Antonius comenzará la búsqueda incansable del sentido de la vida y tratará de alcanzar la serenidad ante la naturaleza desesperadamente incognoscible de Dios.
El séptimo sello, una producción no tanto histórica como filosófica, no deja precisamente muy buen cuerpo, pero es otro más de esos clásicos obligatorios para los que quieren quedar bien en conversaciones de tinte profundo. Buenos diálogos y grandes imágenes, con el añadido encanto del blanco y negro y el (muy, pero que muy) sutil humor sueco.
En cada país existe una lista no escrita de libros más o menos obligatorios, títulos clásicos que invaden colegios y libros de texto o las estanterías de aquellos que quieren aparentar cierta culturilla literaria. Afortunadamente, William Golding no nació en España, y su obra -si bien es un semiclásico universal- no es especialmente odiada por los (ex)colegiales de este país. Más bien es casi desconocida.
El Señor de las Moscas (uno de los muchos nombres del Diablo) retrata con detalle la evolución de un grupo de estudiantes que, supervivientes de un accidente de avión, se encuentran solos e incomunicados en una isla desierta. La isla significa, en un principio, el paraíso: fruta, playas de agua caliente, caracolas, sol y total ausencia de adultos. Los niños son presa de la euforia y la ilusión de ser aventureros y cazadores, libres de crear sus propias reglas.
Poco a poco, nada de lo planeado por Ralph -el líder natural- y Piggy -su gafoso y rechoncho consejero- parecerá ir por buen camino. La ira, la envida, el odio y las emociones más primitivas son liberadas en este lugar aislado y salvaje. La lucha por la supervivencia y las ansias de poder se abrirán camino sin obstáculos en el mundo simplificado (y a veces irracional) de la infancia, en un escenario que parece invitar a la violencia y al derramamiento de sangre.
Plagada de símbolos, de imágenes casi vivas y de descripciones que nos transportan a lo más profundo de la mente de los protagonistas, esta novela nos advierte de lo cerca que está la cordura humana de la parte oscura de nuestra alma. La ciudad, con su asfalto y su luz eléctrica, camufla los instintos más primarios que -con más peligro en la naturaleza de los niños- esperan, agazapados, el momento de atacar.
Ésa fue la respuesta que un amigo me dio a la pregunta “¿de qué va este cómic?” y a quien tengo que agradecer el placer de haber conocido el “mundo de la Inmateria”. Si hubiera intentado explicarme, aunque sólo fuera de forma superficial, el argumento de esta obra, probablemente su lectura no me hubiera marcado tanto. Así que voy a evitar hablar de lo que nos cuenta este cómic y me voy a centrar más en lo que significa, en lo que representa Promethea.
Alan Moore (Swamp Thing, Watchmen, V de Vendetta, Top Ten …) vuelve a hacer de las suyas y nos demuestra que la magia no está del todo perdida en un mundo en el que muchos reniegan de creer en algo, pero en el que todos necesitan hacerlo. Tal vez nos encontremos ante el mayor exponente de derroche imaginativo y creativo de Moore, pues a lo largo y ancho de las páginas de este cómic se percibe su conocimiento sobre filosofía, magia, sectas y creencias, siempre envueltas por un genial contexto y una original forma de tratarlas. Una reflexión sobre la creación y la existencia que invita a abstraernos por un momento, a meditar sobre lo leído y a asomarnos a nuestro universo interior. Todo ello acompañado de un dibujante que parece tener una conexión directa con la mente de Moore: J.H Williams III, quien comprende a la perfección sus ideas y es capaz de plasmar en papel los conceptos (a menudo muy abstractos) de los que hace uso el reputado guionista.
Si algo hace peculiar a este cómic, es que es diferente al resto en casi todos los aspectos. Tanto es así que incluso el diseño del título y en general toda la estructura de la portada de cada número va variando, algo bastante inusual, y su contexto histórico y geográfico cambia casi tanto como la propia imaginación. A cada página que pasamos nos encontramos con una estética totalmente distinta a la anterior, casi se podría decir que cada página es única, pero a la vez, se trata de un “caos ideal”, pues la maestría de Moore se encarga de que todo encaje en su brillante creación. Y es que Promethea es imaginación en estado puro, es… no, perdón…
Promethea es Promethea.
La verdad es que el género de la ciencia-ficción no ha sido nunca bien tratado en el mundillo de los juegos de rol. Si echamos un vistazo a los juegos más conocidos nos daremos cuenta de que este género brilla por su ausencia (es triste pero cierto). Ojo, no estoy hablando de la ciencia-ficción mezclada con la fantasía, como puede ser el caso de Shadowrun o Fading Suns, sino de sci-fi pura y dura, por lo que las opciones que nos quedan se reducen bastante. En mi caso conozco 2: Heavy Gear y el protagonista de esta entrada: Cyberpunk 2.0.2.0.
Nos encontramos en el año 2020 y el mundo está sumido en el caos tras años muy duros para toda la sociedad. Los gobiernos, muy debilitados económicante, dependen cada vez más de grandes y poderosas corporaciones que, desde la aparente inmunidad de sus rascacielos, tejen las leyes del “nuevo mundo” a voluntad. Por otro lado, la gente no sabe a qué agarrarse, pues el miedo y la desconfianza reinan en las calles de cualquier ciudad. Las aspiraciones, deseos y sueños del ciudadano medio han sido sustituidas por la simple voluntad de sobrevivir un día más en la jungla urbana, y como consecuencia, la creación de múltiples “tribus” se ha hecho inevitable. Aquí el jugador podrá elegir su rol entre varias y pintorescas propuestas: ser un rockero rebelde que utiliza su música para combatir la corrupción de las megacorporaciones, un ejecutivo agresivo con olfato para el negocio, un hacker escurridizo que vive de acuerdo con su propio código, un policía que intenta inútilmente que se respete la ley… Como ya os habréis dado cuenta, un grupo de Cyberpunk puede ser de lo más heterogéneo.
Los personajes podrán potenciar sus habilidades y sentidos casi a voluntad, siempre y cuando su cuenta corriente esté dispuesta a ello, gracias a los cyber-implantes. Conectores interface en tus muñecas, armas en tus brazos, lásers en tus ojos, programas implantados en tu cerebro, cámaras de vídeo en tu piel… con un buen cheque y una serie de complejas operaciones (en ocasiones mortalmente peligrosas) puedes convertirte en el espía más sigiloso o en la máquina de guerra más aterradora. En Cyberpunk siempre hay que estar preparado para vivir al límite.
El gran abanico de posibilidades que nos ofrece el juego a la hora de ambientar y argumentar una partida es un arma de doble filo, al menos en mi opinión. Así como en otros juegos (la mayoría) basta con que el máster se lea más o menos el manual y controle bien el sistema, en éste hace falta algo más que recordar unas reglas o qué atributo se refiere a la vida en la ficha de los personajes. Para llevar a cabo una buena campaña de Cyberpunk es casi imprescindible que el máster haya tenido contacto con la ciencia-ficción previamente, bien mediante lecturas o viendo películas, pero sin duda no se puede dirigir a este juego en plenas condiciones si se carece de unas nociones básicas del género. Por otra parte, si el máster sabe ambientar bien la partida puede resultar de lo más satisfactoria y diferente a lo que hayamos jugado hasta ahora.
El juego goza de un número importante de seguidores, hecho que no ha pasado desapercibido para sus creadores y que han publicado una cantidad considerable de suplementos (algunos se hacen necesarios, dada la complejidad de algunos conceptos del juego como por ejemplo el netrunning) y sin duda está en la cima de los juegos de rol de ciencia-ficción, esperemos que por mucho tiempo.
Esta tarde nuestro blog ha sido premiado en la II Semana de las Ciencias y las Letras de la Universidad de Deusto como mejor blog en castellano. Desde aquí queremos expresar todo nuestro agradecimiento tanto a la organización como al patrocinador del premio, CodeSyntax.
La influencia de la obra de Tolkien ha provocado la publicación de innumerables libros, biografías y guías sobre el fantástico mundo que el profesor inglés creó y maduró durante la mayor parte de su vida. De todas ellas, hay algunas que no aportan nada nuevo y otras que son dignas de ocupar un espacio en la estantería junto a nuestro ejemplar de “El Señor de los Anillos”. El Bestiario de Tolkien de David Day siempre ha tenido un hueco en mi habitación, seguramente porque gracias a él he podido llegar a comprender mucho mejor la impresionante creación del autor.
Esta enciclopedia describe, ilustra y perfila históricamente todo cuanto ha sucedido en el mundo de Arda. Soy consciente de la cantidad de gente que cree que el universo creado por Tolkien se limita a la historia de “El Señor de los Anillos”, algunos más conocerán y habrán leído también “El Hobbit”, y estoy seguro de que mucha menos gente ha leído entero “El Silmarillion”. Pues bien, este libro es una lectura que recomiendo absolutamente a todos. La gente que sólo ha descubierto la punta del iceberg con su obra más famosa se llevará una grata sorpresa al conocer las razas, pueblos, deidades, flora y fauna que existen o existieron en el mundo de los famosos Aragorn, Frodo, Legolas, Gandalf… Y aquellos que ya han disfrutado de algo mucho más minucioso y detallado como es la lectura de “El Silmarillion” podrán entender mejor todo lo que han leído y aprender mucho más de lo que creían saber.
Mi experiencia en Arda fue bastante desordenada, si bien recomiendan este orden de lectura : “El Hobbit”, “El Señor de los Anillos” y “El Silmarillion”, yo lo leí totalmente al revés. Así que puede decirse que tenía algunas ideas un poco desordenadas, y sobretodo que no había disfrutado demasiado de las grandiosas historias de los Silmarils debido al uso exagerado de nombres y referencias que desconocía por completo. En esos momentos era un auténtico adicto de material “tolkiniano”, así que me leí el Bestiario de Tolkien de la “A” a la “Z” literalmente. Gracias a sus mapas, sus tablas cronológicas, sus descripciones de monstruos y bestias, sus magníficas ilustraciones y su detallada relación de historias y personajes se produjo el milagro. Al fin sentía que todo cuanto leía cobraba sentido, cogí “El Silmarillion” y me lo volví a leer. Tal vez ésa fue una de las lecturas que más he disfrutado en mi vida.
En palabras del autor: “Este libro fue escrito y diseñado en la creencia de que, si los escribas de la Tierra Media hubieran reunido en una obra la historia natural de Arda, el resultado pudiera haber sido muy similar a éste”. Yo creo que sí.
Termina un fin de semana muy musical y muy bilbaino. Lo de musical porque hemos tenido conciertos, y lo de bilbaino porque hemos tenido 55 conciertos en tres días. Es una suerte que a tu alcalde le guste la misma música que a tí, y como el nuestro es todo un fan de lo clásico, yo me alegro y aprovecho el apoyo institucional para tentar con precios muy reducidos a los amigos del tipo c) que veo con posibilidades de pasar al tipo b).
Este año las jornadas de Musika-Música se han centrado en los nacionalistas, y muy especialmente en los nacionalistas rusos. Semanas antes del evento, los tres subesféricos diseñábamos el programa al que asistiríamos, porque además de que es imposible estar en varias salas a la vez, los precios reducidos dejan de serlo tanto cuando uno empieza a sumar. En total quedaron siete intensos conciertos en tres días de pequeña sobredosis.
El viernes comenzaba con un empeño de lyra del que no me arrepiento: Coro del Patriarcado ruso de Moscú bajo la dirección de Anatoly Grindenko. Interpretaron obras litúrgicas de Tchaikovsky y Rachmaninov, y a pesar del impacto inicial de encontrarnos con doce curas cantando a capela, la experiencia fue muy interesante. Gran coro de pequeñas pero grandes voces y magníficos bajos.
Uno de los platos fuertes sobre el papel tocaba esa misma noche: Concierto para Piano y Orquesta nº 1 de Tchaikovsky y Concierto para Violín y Orquesta del mismo autor. El primero a manos del afamado Boris Berezovsky, todo un prodigio de técnica y habilidad, pero en mi opinión también un prodigio de frialdad. Reconozco que en mi cabeza está muy marcada la grabación de Emil Gilels con Zubin Mehta, y eso no es algo fácil de superar. Otra cosa fue el concierto de violín, con un Dmitri Makhtin mucho más equilibrado en facultades y transmisión. Aquí sí hubo disfrute pleno.
El sábado seguía con mucho piano y alguna que otra sorpresa. De nuevo Boris Berezovsky, esta vez en el Concierto para Piano y Orquesta nº 2 de Rachmaninov, una gran obra que me volvió a decepcionar a las manos de este virtuoso de los dedos, que, dicho sea de paso, salió al escenario partiéndose de risa y enfundado en un par de deportivas blancas al más puro estilo Steve Jobs. El resto del concierto quedó en manos de la Orquesta Filarmónica del Ural, con Dmitri Liss en la batuta interpretando dos piezas agradables pero no entusiasmantes: Una noche en el monte Pelado de Mussorgsky y Finlandia de Sibelius.
Sorpresa y primer concierto sobresaliente en la noche del sábado. Por orquesta, por director y por pianista. Fantástico Javier Perianes en el emotivo Concierto para Piano y Orquesta de Grieg, demostrando que la habilidad no está reñida con la sensibilidad, y que algún que otro pianissimo a tiempo nunca está de más para emocionar al público. Completaba el concierto una selección de las mejores piezas de Peer Gynt, con una brillante Orquesta Filarmónica de Varsovia bajo las órdenes de un enérgico y entregado Antoni Wit. Éxito de público y emocionante bis tras los aplausos.
Teniendo en cuenta lo que significa un domingo en nuestras vidas, fue duro estar a las once y media de la mañana siguiente en el teatro, pero mereció la pena con creces porque asistimos a otro de los grandes conciertos. Repetía la Orquesta Filarmónica de Varsovia tras el éxito de la noche anterior, y tanto el conjunto como la dirección de Antoni Wit volvieron a entusiasmar, esta vez con la extraordinaria Sinfonía nº 9 de Dvořák.
Absoluta decepción al mediodía en el concierto de la pianista Claire Désert. Convirtió los Preludios 5 y 10 de Rachmaninov en obras soporíferas de interés nulo, y coronó su actuación con un Mussorgsky violento y brusco como pocos. Temí por el estado de su piano cuando terminó unos inaguantables Cuadros de una Exposición. Para olvidar.
Y finalmente, la maratón llegó a su fín cuando nunca debió hacerlo, es decir, a las cuatro y media de la tarde del domingo y con el estómago hasta arriba. Buffet libre, butaca de piel y buena música nunca fueron una gran combinación para mantenerse despierto. Unos cayeron de inmediato, alguno se mantuvo firme ante las dificultades, y yo, entre ellos, mantuve una dura lucha con Morfeo que al menos me permitió disfrutar a ratos de la formidable Sinfonía Patética de Tchaikovsky. Dmitri Liss dirigía de nuevo a la Orquesta Filarmónica del Ural, esta vez con más brillo que en sus anteriores acompañamientos a mi amigo Berezovsky.
En resumen: balance notable y satisfacción generalizada después de un intenso fin de semana que tardaremos en olvidar. Ocasiones como esta no se repiten a menudo y conviene aprovecharlas. Volveremos.
No conocía a Craig Thompson antes de leer esta novela gráfica. La verdad es que me extrañó comprobar que el historial del autor era más bien escaso (ésta fue su segunda obra) y que se hubiera atrevido a hacer una autobiografía, algo bastante inusual en el género del cómic.
Si lo que buscáis en un cómic es una historia con un argumento muy definido, con algo muy concreto que contar, sea el género que sea, esta no es vuestra lectura. Ahora bien, si lo que queréis es alejaros por una vez del mundo de la fantasía, o alejaros de oscuras y enrevesadas realidades, adelante, lo disfrutaréis.
La historia narra la infancia y la adolescencia de Craig, un joven educado por un padre severo en un entorno de fuertes convicciones religiosas y que es objeto de burla y abusos por parte de sus compañeros. Su vida es una mezcla continua de obsesión, diversión, descubrimiento y penitencia que a menudo desemboca en situaciones tan hermosas como dolorosas. El recuerdo sincero de un primer amor, de la lucha interior, de la pérdida de las convicciones religiosas, del crecimiento de la persona y su auto-rechazo, todo ello transmitido con un dibujo claro y suelto, que deja protagonismo a la narración pero que a su vez resulta muy cercano, consigue sumergirnos en la vida de este chico como si de la nuestra se tratara.
El autor se alzó de manera imponente al publicarlo: en los Premios Eisner 2004 Blankets ganó dos premios, en la categoría de Best New Graphic Album y Best Writer/Artist. En los Premios Harvey 2004 ganó el premio en las categorías de Best Graphic Album of Original Work, Best Artist y Best Cartoonist. Además, Blankets ha sido elegido como mejor libro del año por el Library Journal, Yalsa (Asociación Americana de Bibliotecarios) y Time Magazine.
Sé que este tipo de obra no llega a mucha gente, muchos lectores de cómics aborrecen el realismo casi tanto como no tener dinero para comprar el último número de su colección de Ultimate X-Men, pero también pienso que hay otros muchos que esperan leer algo así, aunque no lo sepan. Porque no es malo de vez en cuando dejarse llevar por una lectura rebosante de sentimiento, como es el caso, ni tampoco es malo admitir que el silencio de dos personajes en una viñeta ha llegado a emocionarnos.
Blankets es una lectura emotiva que no dejará indiferente a nadie que haya pasado por la etapa de la adolescencia y una lectura necesaria para todos aquellos que poco a poco la han ido olvidando.